MISSIO DEI / por JESÚS LONDOÑO

Migración, racismo y misión

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(J. Londoño, 25/10/2018) Las últimas dos décadas han sido marcadas por flujos migratorios a una escala no vista en tiempos recientes. Los conflictos armados y las crisis económicas, semipermanentes en gran parte del mundo, han llevado a millones de personas a abandonar sus países de origen en búsqueda de mejores oportunidades en el extranjero.

Si bien es cierto que estas migraciones no son un fenómeno nuevo, tanto la escala como la heterogeneidad de los flujos migratorios contemporáneos han puesto en jaque los marcos analíticos a través de los cuales las migraciones hemisféricas han sido estudiadas. Estos movimientos están generando preguntas importantes en torno a la reconfiguración de identidades y comunidades (étnico-raciales, nacionales, religiosas, políticas, de género y sexuales, etc.) en contextos posmigratorios, y los procesos de incorporación y/o exclusión de emigrantes e inmigrantes y sus descendientes tanto en los países de origen como en los países receptores.

Los grandes movimientos migratorios de nuestra era están suscitando una diversidad de respuestas entre la sociedad, muchas de ellas no acordes al sentido de humanidad que debería estar presente en la raza humana. Una de estas respuestas repetitivas, en casi todo el mundo, es el racismo. 

El movimiento de personas y la condición especial de “refugiados”, parecen ser una de las notas que caracterizan las migraciones del mundo de nuestros días. El aumento de la intensidad en los desplazamientos parece convivir con una imperiosa necesidad de situarse, y de clarificar los términos en que se concibe la identidad. Saber a dónde pertenecemos en un mundo que tiene tendencias globales constituye, pues, una necesidad obligada, más si tenemos en cuenta que la situación actual tiende a convertir a cualquier persona en un emigrante en potencia. Las razones de la migración se han fortalecido desde las debilidades del mundo de los dos tercios que son en esencia: extrema pobreza, guerras y conflictos bélicos, falta de garantías para salvaguardar la vida, desastres naturales y, en fin, falta de un desiderátum que ayude a la gente a contemplar la vida con un mínimo de esperanza. Como si fuera poco, contamos ahora que un nuevo flagelo se suma a esta migración masiva del siglo XX y XXI: el terrorismo.

El ámbito caótico en donde se encuentra sumergido el mundo tiene todavía más riesgo cuando consideramos la velocidad de los cambios en medio de la globalización. Cuando algo ocurre en algún lugar del planeta, ahora solo estamos hablando de algunos minutos para que casi el mundo entero conozca la noticia. Esto, de primera mano, podría verse como algo positivo, pero el problema es que también tiene connotaciones negativas. Cuando algunos hechos deplorables y repudiables a nivel social suceden en alguna parte, tienen la tendencia a ser imitados por otros en diferentes lugares del globo.

Los grandes movimientos migratorios de nuestra era están suscitando una diversidad de respuestas entre la sociedad, muchas de ellas no acordes al sentido de humanidad que debería estar presente en la raza humana. Una de estas respuestas repetitivas, en casi todo el mundo, es el racismo. Los casos del éxodo venezolano, la llegada de latinos y africanos a Europa, las batallas migratorias entre México y Estados Unidos, las nuevas expresiones de Neonazismo en el centro norte de Europa, y muchas otras realidades que ocupan un puesto importante en la agenda social, política y económica del mundo, resultan de especial interés para abordar las implicaciones que esto conlleva para la misión de Dios (missio Dei) en nuestros días. El mundo ha cambiado, los desafíos ahora son diferentes que hace cincuenta años, y los caminos para llevar el evangelio hasta la última frontera han de ser redescubiertos y analizados cuidadosamente.

Un sitio Web llamado: “Código Nuevo” ha lanzado un vídeo donde se dan unos cuantos testimonios que reflejan cómo el racismo y la discriminación todavía siguen presentes dentro de las diferentes capas del tejido social en España. El vídeo se puede ver aquí:

¿Es el racismo una realidad en España y en Europa? ¿En qué afecta esto a la misión de Dios en nuestros tiempos? ¿Cómo debemos abordar este tema en la agenda misionológica de nuestros días? ¿Está la iglesia evangélica al margen de estos brotes de racismo entre sus miembros?

Tenemos que desenmascarar toda forma de racismo que convive en el marco de las comunidades de fe llamadas iglesias. Es necesario que abordemos este tema desde los púlpitos con profunda seriedad, humildad y obediencia a la Palabra de Dios. 

Hoy en día, los necesitados del evangelio están por todas partes y nuestra misión es “desde todo lugar hasta todo lugar”. Solo tenemos que ver los 55 millones de inmigrantes que viven en Europa para entender este concepto. Muchas de estas comunidades que sostienen sus propias raíces culturales y religiosas pueden ser más vulnerables o, por el contrario, más sesgadas al vivir en una tercera cultura. Su condición humana, sin embargo, será siempre una puerta de entrada que logre tocar su alma cansada y sedienta, que pueda dar respuesta a sus múltiples preguntas que nacen de un corazón desgarrado por la realidad de la vida. Mateo capítulo 10 provee un buen compendio de los elementos que deben estar presentes irrevocablemente en la misión. Jesús hace una explicación minuciosa de los pasos para tener en cuenta por los discípulos en su encargo misionero, por lo menos a diferencia del mandato expuesto en Mateo 28. Debemos recordar que ellos fueron enviados a predicar el evangelio de Jesús. En resumen, a Jesús mismo, su vida y testimonio, sus acciones como estilo de vida su pasión como modelo a seguir y su comunión con el Padre como un absoluto de su éxito.

Esto significa una obra misionera de presencia activa en la sociedad que logra permearla desde sus propias raíces y no solamente como agentes externos. Una obra misionera humanizada, que siente y reacciona a la necesidad humana no solo en su aspecto espiritual sino en su hambre y fatiga. Una obra misionera de tacto y contacto, en donde nosotros no somos los salvadores sino parte de los salvados, y podemos convivir con ellos en medio de las mismas circunstancias. Una obra misionera en y desde comunidad que nos ayuda a reflejar la misericordia y el amor de Cristo. En fin, una obra misionera que trastorna los difíciles patrones del mundo actual con sus renovadas perspectivas xenófobas y excluyentes. No podemos darle cabida al racismo en medio de nuestra tarea evangelizadora. Debemos velar por una Iglesia que sea incluyente y se preocupe más por la necesidad humana y espiritual, que por encontrar la nacionalidad de las personas a las que quiere mostrarles el amor de Dios.

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Jesús Londoño

Tenemos que desenmascarar toda forma de racismo que convive en el marco de las comunidades de fe llamadas iglesias. Es necesario que abordemos este tema desde los púlpitos con profunda seriedad, humildad y obediencia a la Palabra de Dios. Debemos mostrar a la sociedad que nuestro acercamiento a la problemática migratoria es diferente, sin que ello quiera decir permisivo. Honrar la Escritura, es trabajar estos desafíos actuales sin personalismos ni puntos de vista humanos que no se amolden estrictamente al cumplimiento de la Palabra de Dios.

Fuente: Red Misionera / Jesús Londoño (El autor es Presidente de SEPAL España y director asociado de COMIBAM Internacional)

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