BUEN FIN DE SEMANA

Grandeza

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CRISTIAN FRANCO, 22/03/2013 |

Nota: en ocasión de celebrar este mes los primeros diez años de “Buen Fin de Semana!” (y hoy mi cumpleaños número treinta y seis), reenvío uno de los textos escritos a lo largo de este tiempo, en este caso en mayo de 2006. ¡Gracias por estar allí cada viernes!

Una de las mayores carencias de nuestro mundo, al menos en Occidente, es el cultivo de un estilo de vida que privilegie al servicio como virtud sobresaliente, como camino hacia la grandeza de espíritu.

En esta definición de nuestra realidad pretendo ir un poco más allá de la denominada “cultura de servicio”, que tiene su lugar y su función en la estrategia comercial y de atención al cliente de incontables empresas, o del servicio como vocación de aquellas personas abnegadas cuya pasión los ha impulsado a servir en tierras lejanas.

Pienso en nosotros como individuos (“comunes y corrientes”, si se quiere) que debemos emprender diariamente la aventura de vivir.

Efrón, abuela de mi esposa, supo demostrar que es posible modelar una vida de acuerdo al servicio. Junto a su esposo Jachadur experimentó incontables vicisitudes (cuyo relato merecería la edición de un libro); sin embargo, en todo momento privilegió el servicio como elemento esencial de una vida plena.

Aún en las últimas semanas de su existencia terrenal, a los 86 años de edad, su mayor preocupación estaba centrada en el bienestar de los demás. No era una mujer de grandes discursos ni de grandes títulos; tampoco abundaba en riquezas materiales (todos elementos válidos y que ocupan un sitial de importancia cuando se los ubica en la escala de valores adecuada).

“Efronia” (como cariñosamente la llamaba su marido) creía en el servicio silencioso, ese que se manifiesta a través del amor desinteresado, la entrega deliberada, y el sacrificio individual por el bien de los demás como medio para alcanzar el gozo comunitario. En otras palabras, su vida fue una perfecta definición de lo que significa servir.

Porque el servicio involucra mucho más que palabras: es una actitud de vida.

Porque el servicio es distinto al servilismo: es entrega desmedida sin necesidad de caer en la ciega adhesión al autoritarismo.

Porque el servicio va más allá del egoísmo: es ser grandes sin necesidad de demostrarlo.

Jesucristo dijo en cierta ocasión: “No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás”.

Me gusta cómo lo expresó el cardenal argentino Jorge Bergoglio en una homilía reciente: “Nadie puede llegar a ser grande si no asume su pequeñez. La invitación de las Bienaventuranzas es un llamado que nos apremia desde la realidad de lo que somos, nos entusiasma, lima los desencuentros. Nos encamina en un sendero de grandeza posible, el del espíritu, y cuando el espíritu está pronto todo lo demás se da por añadidura” (Homilía en ocasión del Tedeum, Buenos Aires, Argentina, 25/05/06).

¡Lancémonos a la aventura de servir!

Autor: Cristian Franco

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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