EN PERSPECTIVA / por Juan Manuel Quero
Historia de las Misiones (W. Carey): Principios que siguen vigentes
(JUAN MANUEL QUERO, 10/12/2014) | Hoy las agencias misioneras de todo el mundo, y las mismas iglesias, deberían tener muy en cuenta el legado de William Carey. Las misiones han de entenderse como una labor integral, donde la proclamación del evangelio, la labor benéfica, la enseñanza, la pastoral y la inversión económica con todos los ajustes que hemos de hacer todas las familias, ha de ser la respuesta al llamamiento que Dios nos hace.
Una respuesta coherente a esto, supone sujetar con generosidad las sogas de aquellos que bajarán a la mina para recoger el precioso tesoro, es decir, personas redimidas por Cristo. Es así que cada cristiano sin ir a la India se convierte en misionero.
Una respuesta coherente a esto, supone sujetar con generosidad las sogas de aquellos que bajarán a la mina para recoger el precioso tesoro, es decir, personas redimidas por Cristo. Es así que cada cristiano sin ir a la India se convierte en misionero |
La India y Carey es un binomio histórico ya que forma parte de la transformación de un país, la cual se daría en muchos aspectos. La impronta que puede dejarnos un viaje a Serampore puede dejar constancia de ello, pues llegando a la estación de este lugar, cercano a Calcuta, pueden verse dos esculturas, una pertenece a Mahatma Ghandi y otra a William Carey.
La escasez de medios para enviar y sostener a un misionero en la India podría hacer impensable la labor de Carey. La oposición de su familia para ir a la India no fue muy inspiradora. Los obstáculos del gobierno para permitir la entrada al país sería otra traba. La muerte de un hijo de 5 años al poco tiempo de llegar a la India sería un revés muy duro. Otro golpe sería la enfermedad de su esposa (disentería) que le llevaría a la locura, hasta fallecer poco más tarde. Y así se podrían indicar muchas de las dificultades que Carey tuvo que atravesar, pero en todas ellas Dios le dio fuerzas y esperanza para seguir la andadura misionera, no como un antojo romántico, o como una mera iniciativa personal, sino como una gran empresa, en la que él sentiría el privilegio de ser colaborador.
La historia de las misiones le considera como el padre de las misiones modernas. Esta consideración se debe a la manera en la que influyó en la teología y pensamiento protestante acerca de la misiones. Cuando él expresa su llamamiento para ir como misionero a la India, las organizaciones bautistas estaban adormecidas, y en cierto declive espiritual. Aunque había personas que servían a Dios en el campo misionero, la mayoría irían de forma independiente, pues no existían organizaciones para tal fin, por lo que la Sociedad Misionera Bautista sería la primera que se crearía en el campo bautista, despertando el celo progresivo por las misiones extranjeras, y creándose otras organizaciones similares dentro de las distintas familias denominativas del pueblo evangélico.
Además, teniendo esto presente, no hay que pasar de largo, que William Carey también daría una destacada relevancia a la enseñanza, siendo docente en diferentes colegios, algunos de los cuales serían abiertos por él mismo, como un apoyo complementario a la tarea pastoral y a la evangelización. Algunos de estos colegios serían, como en el caso del pedagogo suizo Pestalozzi, para ayudar en la alfabetización de los niños más pobres que no tenían recursos para ello. La labor benéfica sería para Carey un elemento más de una evangelización misionera, que tenía que obedecer a un evangelio más integral en su expresión y proyección.[1]
La obra misionera implica entrar en el centro de la necesidad humana, entendiendo que esta es espiritual, pero también de todos aquellos medios que le ayude a vivir en medio de un mundo tan complejo como el nuestro. Esto conlleva desarrollar proyectos equilibrados en las facetas de la evangelización, de la formación y de la ayuda en recursos materiales, sin escindir estas áreas como si no tuvieran nada que ver entre sí. El mensaje de Dios toca estas áreas, y vemos que La Biblia lo presenta como ese Evangelio que es «poder para salvación». Este cambio se ha de producir no como algo mágico, sino como el esfuerzo proyectado por la Iglesia, proclamando la justicia redentora que Dios nos ofrece en Cristo. Parafraseando el conocido dicho de Carey, si queremos esperar grandes cosas de Dios, hemos de emprender grandes cosas para Dios. Es así que el Espíritu Santo pone orden en este mundo, desalojando los tratos discriminatorios de las actitudes esclavistas, racistas y machistas; así como de esa opulencia que sigue dividiendo el mundo entre pobres y ricos. La salvación es eterna, pero la eternidad recoge también nuestra contemporaneidad, en la cual el reino de los cielos ha de estar presente.
[1] Cfr. Juan Manuel Quero Moreno. El protestantismo en la renovación del sistema educativo de España. (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2008).
Autor: Juan Manuel Quero
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