ABIERTO POR REFORMA
Religión es relación
(Mateus Rodrigues, 18/02/2014) La frase “no tengo una religión, sino una relación” me parece muy buena para explicar que adoramos a Dios mediante una amistad respetuosa entre padre e hijos. Yo mismo lo explico así. Es una retórica interesante que ayuda a sortear el significado social que el término “religión” ha adquirido con el tiempo por su asociación a instituciones definidas por un complejo sistema de dogmas distantes de la gente “común”,
El Diccionario de la RAE define “religión” en sus dos primeras acepciones como el “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto” y “Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido”. Por su parte, en el artículo de Wikipedia, la enciclopedia construida por sus propios usuarios, “religión” se explica como “una actividad humana que suele abarcar creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural”.
Observando estas definiciones, me pregunto si de verdad es necesario desterrar el término “religión” de la manera como se está haciendo últimamente. Como he dicho, defiendo el uso de la explicación de que no vivimos una religión, sino una relación. Pero, ¿no estaría bien empezar a la vez a reivindicar la propiedad de ese término y su significado real?
En Santiago 1:7 vemos cómo la propia Biblia define lo que es la verdadera religión, “pura y sin mácula delante de Dios el Padre”: “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.”
Religión es un término bíblico que tiene un significado bastante claro de lo que es la vida cristiana, una vida de constante deseo de agradar a Dios y hacer su voluntad, que trae consigo mucha felicidad. Es válido que nos desmarquemos de las distorsiones históricas que el término religión ha sufrido. El problema está en los extremos poco coherentes a los que nos sometemos muchas veces, en el intento de desmarcarnos del cristianismo distorsionado que nuestra sociedad conoce.
El primer extremo es la construcción de una fachada poco transparente de lo que realmente somos los evangélicos de puertas adentro. Para intentar establecer una identificación con los que están heridos por el pseudo-cristianismo hiper-formal instituido durante siglos, se establece un modernismo rompedor hacia la calle mientras de puertas adentro se sigue manteniendo el lenguaje de siempre, bastante incomprensible para muchos.
El segundo extremo es el de pensar que todos tienen un manual de lenguaje evangélico para entender todas las expresiones que se usan en el cotidiano eclesiástico. Si para nosotros términos como “gracia”, “loor”, “postrarse” o “ungir” son de uso natural, para el que no esté acostumbrado es como hablar otro idioma, como leer El Quijote en su versión original.
El tercer extremo es buscar que haya una identificación mediante una liturgia extremadamente simplificada, underground. A corto plazo sí que sirve para demostrar la naturalidad con la que seguimos a Cristo, pero a la larga muchos terminan por razonar que divertirse entre gente que rige sus vidas bajo absolutos morales sabe a poco.
Todos esos extremos pueden dar resultados, e incluso sirven para romper paradigmas, pero no por ello dejan de ser incoherentes y siguen manteniendo barreras.
Tenemos que encontrar el punto medio en el que demostremos nuestra relación natural y sencilla con Dios, sin tener que renegar delante de los demás de lo que somos y practicamos, de tal manera que cuando oigan que seguimos la religión cristiana, vean en nuestras formas y comportamientos que nuestra religión es una relación.
Al fin y al cabo, religión es relación.
Autor: Mateus Rodrigues de Mendonça
© 2014. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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