SIN ÁNIMO DE OFENDER
Palabras como "colillas"
(JORGE FERNÁNDEZ, 25/07/2012) Seguramente fue un gesto habitual, efímero y reflejo, al que su ejecutor no dio la más mínima importancia. Después de todo, ¿qué fumador no ha tirado, alguna vez, una colilla mal apagada por la ventanilla del coche?
Sólo que, aquella maldita colilla, arrojada con desdén en una carretera del Alt Empordà (Cataluña), fue a caer en el lugar más desafortunado, en el momento más inoportuno, provocando uno de los incendios más voraces y cruentos del verano, con
Los expertos forestales, armados de sofisticados instrumentos informáticos de medición, nos mostraban en la TV el ciclo de expansión del fuego a partir de una pequeña colilla, reproduciendo su veloz recorrido en un colorido simulador virtual. ¡Realmente es increíble!
Gracias a este tipo de recursos técnicos, y siguiendo el curso inverso al del simulacro, los peritos científicos de la policía (al más puro estilo CSI), podrían llegar a revelar la identidad del irresponsable fumador mediante pruebas de ADN realizadas a la colilla, presunta causante del siniestro, encontrada por los bomberos y agentes forestales tras un minucioso rastreo de la zona calcinada.
Mientras tanto, el conseller de Interior de la Generalitat catalana, Felip Puig, pide con insistencia la colaboración ciudadana para identificar a los autores de este tipo de actos irresponsables, ya que es muy frecuente encontrar colillas apagadas en el monte, aún cuando no siempre lleguen a causar semejantes destrozos.
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Mientras escuchaba esta noticia, no pude dejar de recordar las palabras del apóstol Santiago en el Nuevo Testamento, hablando de los daños de "la lengua", o lo que es lo mismo, del mal uso de las palabras: "Así es la lengua: un miembro pequeño, pero de insospechable potencia. ¿No veis también cómo una chispa insignificante es capaz de incendiar un bosque inmenso? Pues bien, la lengua es fuego con una fuerza inmensa para el mal: instalada en medio de nuestros miembros, puede contaminar a la persona entera y, atizada por los poderes del infierno, es capaz de arrasar el curso entero de la existencia." [1]
Efectivamente, la experiencia en el trato con personas y la psicología nos demuestran que Santiago no exageraba al llamar la atención sobre este asunto a los cristianos del primer siglo. Muchas de las divisiones, los pleitos, las heridas y los enojos que tanto dañan las relaciones entre las personas, tienen que ver con palabras que nunca deberíamos habernos dicho. ¡Y lo peor es que su efecto suele ser más dañino y duradero de lo que se ve! Su devastador efecto puede alcanzar a varias generaciones...
Así, las palabras hirientes que los padres dicen a sus hijos en un momento de ira, o que se cruzan los cónyuges en un rifirrafe normal, pueden actuar en nuestros corazaones como esa inofensiva colilla, arrojada con desdén por la ventanilla de un coche.
Lo mismo sucede con las palabras ociosas o malintencionadas pronunciadas por las personas que ejercen autoridad sobre nosotros, sean políticos, maestros, profesores, o ministros religiosos. ¡Cuántas personas adultas han visto arrasadas su autoestima y su confianza en sus posibilidades debido a que fueron quemados por las llamas de las palabras hirientes y ofensivas!
Los divanes de muchos terapeutas están llenos de personas interiormente calcinadas, a las que el profesional debe analizar a fondo, rastreando su subconciente, para "encontrar la colilla" que ha causado tan dañino incendio interior.
La Biblia nos revela que para Dios es muy importante el empleo que las personas hacemos de nuestras palabras hacia los demás. Jesús dijo que: "...de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio" [2]
Y es que, de verdad, el daño personal que pueden hacernos las palabras hirientes es incalculable, aunque probablemente, quien nos las haya dicho -igual que aquel fumador irresponsable- sea incapaz de comprender la gravedad de su acto.
Padres, esposos, maestros, gobernantes, pastores... ¡cuidemos nuestras palabras! Y apaguemos todo conato de incendio de inmediato, con el recurso inestimable del perdón, antes de que todo arda...
[1] Santiago 3:5-6 (La Palabra)
Autor: Jorge Fernández
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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