SOCIOLO-AL-DÍA
7.037.458.582 habitantes y sumando…
(JONATÁN POZO, 27/04/2012)
¿Cabemos todos en
Esta duda es más que razonable. El incremento de la población supone un quebradero de cabeza en cuestiones como: la alimentación, la energía, el agua, el medio ambiente, las políticas migratorias… pero sobre todo representa un desafío ético.
Pero tengamos cuidado con los mensajes catastrofistas, que sólo sirven para estrangular todavía más a los que menos tienen, culpabilizarles e incrementar la lucha despiadada por el control de la tierra y el agua. Estos mensajes apocalípticos tienen una clara intencionalidad: mantener la desigualdad, legitimarla y responsabilizar a los países más castigados por la forma de vida opulenta del primer mundo.
Si nos plateamos el incremento de la población como un problema, seguramente acabaremos haciendo nuestras todas las profecías catastrofistas que circulan, la más popular la de Malthus quien predijo, ya en 1798, grandes guerras para alcanzar el equilibro poblacional.
Si nos planteamos el incremento de la población como una realidad a la que hemos de dar una respuesta ética, ya no estamos ante una cuestión únicamente de espacio o recursos, sino de igualdad, de oportunidad y de justicia social. Entonces, la pregunta previa y capital ya no es si cabemos, sino ¿en qué mundo ha nacido el habitante 7.000 millones?
Mientras que en los países más pobres la alta natalidad perturba el desarrollo y perpetúa la pobreza, en los más ricos el envejecimiento de la población suscita inquietud respecto a las perspectivas de crecimiento sostenido y a la viabilidad de los sistemas de seguridad social. Los países ricos, como España, tienen que compensar con inmigración su crecimiento negativo.
El hijo único ha pasado de ser la excepción a ser la normalidad. En más del 30% de los hogares españoles hay un hijo único. Por el contrario, las parejas que tienen tres hijos apenas rozan el 4%. Hemos pasado en treinta años del “tendremos los hijos que Dios quiera” al “con uno basta”. Los últimos datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que un 57% de las mujeres, que ya han sido madres, rechaza la posibilidad de tener más hijos.
Las causas de este “adelgazamiento” familiar y de la primacía del hijo único hay que buscarlas en las dificultades para conciliar familia y trabajo, una maternidad tardía, las rupturas matrimoniales, los gastos que implica tener un hijo y el aborto.
Pero también hemos de poner sobre la mesa el materialismo, que impone una serie de condiciones antes de tomar la decisión de tener un primer hijo, como adquirir un piso de propiedad, tener coche mejor, o tener dos, o simplemente poder tener unas vacaciones de lujo al año. En una cultura cuyo proyecto único es ganar dinero y ser productivo, los hijos son un gasto, un obstáculo.
Pero no podemos quedarnos en una crítica fácil. A los jóvenes les cuesta un gran esfuerzo creer en el futuro. Y por tanto ¿por qué será que los jóvenes españoles tienen miedo a tener hijos? Creo que deberíamos preguntarles a ellos por qué y no quedarnos en un análisis simplista, reduccionista y acusatorio.
Ya hemos cumplido con creces el mandato de Dios en Génesis 1.28 “llenad la tierra”. Ahora es el momento de desarrollar políticas demográficas y de apoyo a la familia impregnadas de ética y de respeto por la vida. Es tiempo de gestionar mejor el mandato de Dios, de administrar los recursos del planeta con justicia y equidad, porque no es un problema del cuántos sino de cómo.
En nuestra vida diaria podemos hacer mucho por cuidar de la creación, tanto de las personas como del planeta. Revisemos nuestros hábitos de consumo, de alimentación, el uso del agua y de la energía, reciclando todo lo reciclable, no ensuciando y por supuesto limpiando nuestro entorno.
Si todo el mundo consumiera en las mismas cantidades que un ciudadano español medio, se necesitarían 3,5 planetas para producir la cantidad de productos necesarios para satisfacer la demanda. Que ejemplo tan claro, ¿verdad?
En un planeta con recursos limitados, es imposible pensar que se puede consumir de manera ilimitada. La crisis que estamos atravesando, nos demuestra que hemos crecido mal, que hemos gestionado mal la riqueza, que nos hemos vuelto más corruptos, injustos… Atravesamos una auténtica crisis ética y de valores.
Todos y todas podemos aportar nuestro grano de arena para ser parte de la solución Teniendo en cuenta aspectos como el consumo, el medio ambiente, el respeto a la vida y la lucha por los derechos humanos para todos. Eduquemos en nuestra comunidad y familia en los principios bíblicos. Seamos solidarios con los nuestros, con el prójimo, con los países más necesitados. ¿Cómo? Dando y dándonos (nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestro compromiso…). Porque hay una ley bíblica que siempre se cumple: «El que da poco, recibe poco; el que da mucho, recibe mucho.»
7.037.458.582 habitantes y sumando… ¿Cabemos todos en
Autor: Jonatán Pozo
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