SILBO APACIBLE

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Jueves, 29 de Septiembre de 2011 16:52

Escrito por Guillem Correa Caballé

(GUILLEM CORREA, 29/09/2011) En 1511 Martín Lutero visitó Roma. Mejor dicho aún: regresó de Roma. Su viaje comenzó en otoño del año 1510 y duró hasta la primavera de 1511. Lutero no es el protagonista de este viaje, sino que su tarea es acompañar al hermano de la Orden a la que le habían hecho el encargo: un veterano y venerable padre del claustro agustiniano de la ciudad de Erfurt.

Según los estudiosos de Lutero, el viaje no contribuyó, ni mucho menos, a fomentar el cambio espiritual que, posteriormente, experimentaría. Como buen creyente de su época, Lutero se dedicó, durante su estancia en Roma, a visitar los llamados lugares sagrados de la ciudad. Hizo el recorrido de las siete Basílicas mayores, haciendo ayuno, una tras otra para poder tomar la Comunión en San Pedro.

Lutero participó, como cualquier otro monje medieval, en la vida religiosa de la ciudad buscando las indulgencias que se ofrecían y tratando de aprender tanto de la forma de predicar del clérigo romano como de su expresión litúrgica.
Cuando los dos monjes alemanes llegaron a Roma, el Papa estaba en el frente de batalla. La ciudad estaba regida por dos cardenales uno de los cuales se encontraba muy enfermo. A pesar de todas sus gestiones no pudieron, ni siquiera, encontrar el Secretario de la Curia.

Seguramente si tuviéramos que destacar algún aspecto de este viaje sería los silencios de Lutero. Uno de los silencios más abrumador es su hermetismo sobre la dureza del viaje. Siguiendo las reglas de su orden, los dos monjes alemanes hicieron el viaje a pie en medio de un tiempo desfavorable que contribuyó, en gran medida, a la dificultad de un retorno que suponía atravesar los Alpes en época invernal. Sin duda, un esfuerzo sobrehumano.

Tenemos que esperar hasta la primavera del año 1513 para que Lutero viva la experiencia espiritual que le llevó a describirla, años más tarde, "me sentí como si hubiera nacido de nuevo". Es lo que se conoce como la "vivencia de la torre".

Esa experiencia de fe transformadora anidó en su corazón y cambió su mirada del texto sagrado y de su ministerio eclesial.

En 1517, muy lejos de su viaje a Roma y un poco distante de su reencuentro con la "justificación ante Dios por la fe" del año 1513, Lutero escribe dos cartas: una al Arzobispo de Maguncia y la otra al Obispo de Magderburg en las que denunciaba los manipuladores sermones de Johann Tetzel para vender indulgencias. A ambos les adjunta sus "95 Tesis"-escritas en latín-.

En su misiva, Lutero pide un debate académico sobre lo que se está viviendo. El 31 de octubre de 1517 clava, siguiendo la costumbre de la época, sus ya mencionadas tesis en la puerta de la Iglesia del castillo de Wittenberg para que sean difundidos sus planteamientos.

Fue el principio de un nuevo camino o tal vez fue volver al camino antiguo.

Fuera lo que fuese, lo cierto es que hoy, tal como lo experimentó Lutero en el año 1513, a todas y todos nos haría bien averiguar qué llevó a aquel monje agustino a escribir "me sentí como si hubiera nacido de nuevo".

Autor: Guillem Correa Caballé

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