ANÉCDOTAS DE UN PASTOR JUBILADO (9) / por MÁXIMO GARCÍA RUIZ

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"...ya en la puerta de la calle, se nos acerca un vecino de la finca y nos dice: “Y a ustedes ¿no les interesaría comprar mi piso?”. Su piso era el de la plana primera, exactamente encima de nuestro templo."

Vista parcial de la fachada de la sede de la Iglesia Bautista de Villaverde, Madrid

(Redacción, 04/09/2024) Año 1967. Once miembros, algunos simpatizantes y un local de unos 80 m2 en un barrio humilde de Madrid; un local adquirido con el donativo de una de las familias de la Iglesia madre (unas 400.000 pesetas), la familia Castillo. Ese fue el bagaje con el que comenzamos lo que llegaría a ser la Iglesia bautista de Villaverde.

Fui requerido como pastor, aunque sólo había presupuesto para el alquiler del piso pastoral. Había que buscarse la vida por otros medios. El crecimiento fue rápido y pronto el grupo de creyentes se constituyó en iglesia. Con el esfuerzo de los miembros y un donativo especial añadido al importe de la venta del local inicial, se compró otro de mayores dimensiones y, poco a poco, fue acondicionándose, a la par que se celebraban los servicios religiosos, con las ofrendas y los trabajos personales de los propios miembros. La iglesia seguía creciendo hasta echar de menos un mayor espacio para el desarrollo del programa educativo y evangelizador que la iglesia, que alcanzaba ya a una asistencia regular de unas cien personas, se había propuesto.

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Reunión del Consejo de Iglesia. Uno de los temas a tratar era el referido a la necesidad de “ensanchar las cuerdas de nuestra tienda”. Un diácono comenta, así como de pasada: “Sería estupendo contar con uno de los pisos de arriba” --se refería a la planta primera de la finca-- con el fin de unirlo internamente con el templo”.  Sí, sería una opción de ampliar nuestro espacio. La reunión continuó con otros temas y, ya en la puerta de la calle, se nos acerca un vecino de la finca y nos dice: “Y a ustedes ¿no les interesaría comprar mi piso?”. Su piso era el de la plana primera, exactamente encima de nuestro templo.

Después de haber transcurrido más de medio siglo todavía, a veces, me parece que estoy soñando. Si también a los lectores les parece que se trata de un milagro, todavía queda una segunda parte, la que corresponde a la responsabilidad de aquellos que estaban llamados a arrimar el hombro.

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La iglesia no contaba con recursos para adquirir el piso. No obstante, era preciso trasladar el tema a una asamblea y soñar con contar, al menos, con doscientas mil pesetas en un plazo de unos tres meses. Después de tener ampliamente informada a la congregación, se convoca la asamblea para dilucidar el tema. Al entusiasmo general por la oportunidad que se presentaba, siguió una sensación de desencanto por la falta de recursos.

¿Estaba la iglesia dispuesta a comprar el piso? La respuesta no iba ser SI o NO. La respuesta se expresó anotando en una papeleta la cantidad de dinero que cada miembro podría aportar al proyecto en un plazo de tres meses, y si la suma de las promesas alcanzaba la cantidad necesitada, significaría comprar; caso contrario, habría que renunciar.

El resultado está visible, con su escalera de comunicación con el templo y su uso para desarrollar el proyecto educativo y evangelizador de la iglesia. Los milagros con frecuencia se muestran así de pintorescos.

Autor: Máximo García Ruiz. Septiembre 2024 / Edición: Actualidad Evangélica