OPINIÓN / MÁXIMO GARCÍA RUIZ
Jonás (poema)
Autor prolífico y versátil, Máximo García, colaborador habitual de Actualidad Evangélica, nos ofrece hoy un poema dedicado al profeta Jonás.
Jonás y la ballena, Pieter Lastman, 1621
(Máximo García Ruiz, 24/09/2020)
Proemio
El libro de Jonás está incluido dentro de los libros proféticos. Es uno de los doce libros conocidos como profetas menores. Pero en realidad, más que de un libro profético se trata de una especie de novela con una enseñanza universal. Bien podríamos decir que el libro de Jonás es una especie de proto-evangelio, una parábola dramatizada, que anticipa la universalidad del amor de Dios y se sirve de Jonás como prototipo del pueblo escogido, es decir, un instrumento para transmitir el mensaje redentor de Dios a todas las naciones.
La mezquindad de Jonás que le lleva a enfrentarse con Dios y plantearle sus quejas por el hecho de que su misericordia alcance a otros pueblos, nos recuerda la estrechez de mente que conduce a tantos seguidores de diferentes manifestaciones religiosas, entre ellas las cristianas, a considerar a Dios como un patrimonio exclusivo y excluyente.
Ciertamente Nínive, ciudad situada a más de mil kilómetros de Palestina, nada tenía que ver con el pueblo escogido por Dios. Por su enfoque y contenido, el libro se convierte en una elocuente profecía en formato de composición didáctica anovelada, de lo que es el propósito de Dios para la humanidad, de cuyo propósito tan alejado está Israel, aun considerándose “pueblo escogido” por Dios.
A continuación, ofrecemos nuestra versión, en formato de poema libre, reseñando lo que consideramos más esenciales del libro.
***
Jonás hijo de Amitai, fue escogido por Dios
para proclamar a Nínive mensaje de destrucción.
Ciudad malvada, alejada del Señor,
cuya maldad ha colmado su paciencia y comprensión.
Jonás no acepta el encargo. Conociendo a su Señor
sospecha que al pueblo indigno quiera ofrecer salvación.
Como hebreo ortodoxo no concibe el ofrecer
protección a otros pueblos que no sean Israel.
Quiere llegar lo más lejos, esconderse de Jehová,
así es que hace el petate y se dispone a escapar,
renunciando a su destino y a obedecer a su Dios;
el barco en el que se enrola a Tarsis le ha de llevar.
Pero Dios está presente en la tierra, cielo y mar
suyos son los elementos, entre ellos, la tempestad.
Pronto los marinos descubrirán la verdad;
Jonás admite su culpa: nadie a Dios puede engañar
Descubierto es el pecado; conocida su iniquidad,
para Dios no hay nada oculto, sea en tierra, cielo o mar,
el castigo es necesario para calmar la tempestad
y Jonás es arrojado desde la borda al mar.
***
Dios ha buscado la forma de proteger a Jonás
no importa el medio que use ni tampoco el lugar,
es promesa que ha cumplido:
a los que en él confían nada les va a faltar.
Jonás al fin reacciona ante el castigo de Dios,
desechado ante sus ojos, abatido de dolor,
invoca Su presencia para salir del Seol
emergiendo de las olas, venciendo al desamor.
El pérfido, arrepentido, vuelve su mirada a Dios,
ora, ahora compungido, alcanza misericordia
y promete, confundido, cumplir lo que es debido,
obedeciendo a su Dios.
***
Levántate y ve a Nínive, aquella grande nación,
y no te apartes ahora de cumplir mi voluntad;
proclama sin demora mensaje de admonición:
De aquí a cuarenta días, todo será destrucción.
Rey y pueblo atentamente, escucharon a Jonás,
aceptaron su mensaje, y vestidos de cilicio
se postraron ante Dios
clamando misericordia y buscando su perdón.
Vio Dios que se convirtieron y salieron de su error,
no ocultaron su pecado
y admitieron sin ambages la palabra del Señor.
Dios misericordioso ejerció el perdón.
***
Pero Jonás, ofendido, en extremo se enojó:
¿acaso no es esto lo que me temía yo?
Y enfrentándose a Dios, le reprocha su perdón
a favor de unas gentes que no eran Pueblo de Dios.
Jonás había conocido muy bien quién era Dios,
grande en misericordia, Dios de amor y de perdón,
un Dios clemente y piadoso que no hace distinción
entre pueblos o entre gentes de distinta condición.
El rencor nubla la mente y ennegrece el corazón,
convierte en enemigos a los de otra nación,
y Jonás, en su torpeza, pretende hacer de Dios
un objeto de su tribu, sujeto a su advocación.
Se siente tan ofendido cuando se enfrenta a Jehová,
que, en lugar de arrepentirse y aprender la lección,
prefiere buscar la muerte, afrentado en su honor,
no dudando en reprochar su conducta al mismo Dios.
Marchó Jonás enojado sin llegar a comprender
por qué Dios perdonaba a enemigos de Israel.
A pesar de su torpeza, Dios se cuida de él;
le somete a varias pruebas para hacerle comprender.
Dios no hace diferencia. Ama sin duda a Israel
pero se apiada lo mismo de quienes creen en Él.
Autor: Máximo García Ruiz. Septiembre 2020 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2020- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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