OPINIÓN / REFLEXIONES DESDE EL ENCIERRO
CONFI(n)ADOS / "No puedo respirar"
"Como Josué, deberíamos poner hoy nuestro pie sobre el cuello de “los cinco reyes” que sostienen y defienden el dominio del racismo aún en pleno siglo XXI: la permisividad social; la impunidad judicial; la hipocresía institucional; el miedo individual; y la indiferencia colectiva"
"Big Floyd", como le llamaban sus amigos, un nuevo mártir contra la discriminación racial
(JORGE FERNÁNDEZ, 02/06/2020) No puedo respirar… Ese fue el gemido de cuando, aplastado su cuello por la rodilla del agente de la policía de Minneapolis, , e inmovilizado su cuerpo bajo la presión sobre sus pulmones de otros dos policías cómplices y la atenta vigilancia de un cuarto policía, Floyd acabó perdiendo el conocimiento… para siempre. Los paramédicos solo pudieron certificar la muerte, momentos después. La autopsia confirmó el homicidio como causa de la muerte.
Ocho minutos con 46 segundos duró la presión sobre el cuello de Floyd, un acto de tortura absolutamente gratuito contra un hombre desarmado, indefenso y que no opuso resistencia, como hemos podido ver a través de las televisiones de todo el mundo. Un acto realizado con absoluta impunidad, a plena luz del día, sabiendo que estaban siendo grabados y desoyendo los ruegos de los curiosos que, atraídos por la escena, intentaron hacer entrar en razones a los policías. Sorprendente impunidad que, irremediablemente, nos lleva a preguntarnos: “Si así actúa la policía de Minneapolis a plena luz del día… ¡qué no harán cuando nadie les ve!”.
Algo más perturbador aún, si cabe, es el hecho por el cual Floyd es detenido y tratado de esa manera tan brutal: al parecer alguien habría pagado una compra en una tienda cercana con un billete falso de 20 dólares, unos 18 euros, aproximadamente. A los agentes, según informaron, “les pareció” que Floyd, que esperaba algo o a alguien sentado tranquilamente en un coche, podría cuadrar con la descripción del sospechoso. Solo por eso, lo hicieron bajar del vehículo con las manos esposadas a la espalda, como se puede apreciar en las imágenes de las cámaras de videovigilancia de las tiendas próximas. En ningún momento se ve a Floyd resistirse, aunque sí quejarse de dolor. Luego se ve cómo cae, o es arrojado al suelo (no está muy claro), y allí en el suelo se produce la tortura policial que finalmente produce la muerte por asfixia del hombre, de 46 años. ¡18 euros! ¿Tan poco vale la vida de un ciudadano estadounidense de color?
Izq: La imagen del escándalo: Derek Chauvin, policía de Minneapolis, oprime mortalmente el cuello de George Floyd / Der: "I CAN'T BRATHE" ("No puedo respirar"), las últimas palabras de Floyd convetidas en el lema de las protestas
No hace falta decir que la policía no encontró en la cartera de Floyd billetes falsos, ni el tabaco que presuntamente habría comprado con esos 18 euros falsos. Obviamente, se equivocaron de persona. Floyd no solo no era un delincuente, sino que todo lo que se ha sabido posteriormente sobre él, no ha hecho más que agrandar el dolor de la pérdida y agigantar el sentimiento de indignación. Porque resulta que Floyd era un hombre de paz, un mediador social que había trabajado activamente durante años en colaboración con iglesias y ministerios evangélicos para la integración de los jóvenes de la comunidad negra de Houston, a fin de sacarles de las calles y disuadirles contra el empleo de la violencia. Así, la larga lucha por la igualdad y contra la discriminación racial en los EEUU tiene hoy un nuevo mártir: George Floyd.
James Lebron, jugador de la NBA, esta semana tras la muerte de Floyd |
No puedo respirar… fueron las últimas palabras de Floyd, y hoy esta frase se ha convertido en uno de los lemas de las protestas que por todo los EEUU se han realizado esta semana, tras el lamentable suceso.
No puedo respirar… dice el cartel que sostienen dos adolescentes negros subidos a un contenedor en una manifestación pacífica, con el puño en alto en señal de protesta.
No puedo respirar… se lee hoy en la camiseta de la estrella de Los Lakers, en la NBA, James Lebron… activista comprometido contra la discriminación racial.
No puedo respirar… es hoy el sentimiento de las personas sensibles ante las injusticias… especialmente cuando esas injusticias proceden de las instituciones del Estado de las que se espera lo contrario, que luchen contra ellas y defiendan a las personas más vulnerables…
No puedo respirar… hoy todos los que creemos en la democracia y defendemos la ejemplaridad de sus instituciones, sentimos que nos falta el aire ante un crimen tan indignante… tan vergonzante.
No puedo respirar…
Estoy seguro de que, si el Señor Jesús hubiera pronunciado su Sermón del Monte un día como hoy, su cuarta bienaventuranza diría algo más o menos así: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia… o sienten que se asfixian por falta de Justicia… porque ellos serán saciados” (Mt. 5:6).
Porque la justicia es al alma, como el agua al sediento, como el pan al hambriento, como el oxígeno a los pulmones.
“Una manzana podrida”, se ha dicho enseguida de ese mal policía, en defensa de la honorabilidad del cuerpo… Puede ser, en realidad eran cuatro… quizás más, ¡quién sabe! La percepción es que la brutalidad policial y el racismo en las instituciones estadounidenses parecen señales inequívocas de un manzano enfermo, que cuando menos necesitaría una poda saludable que evitara la producción de tantas manzanas podridas. Esa poda... esa necesaria depuración de policías corruptos y racistas -y no su justificación, absolución e impunidad, como hemos visto tantas veces- podría calmar los ánimos exaltados de tantos miles de personas que hoy protagonizan las protestas más importantes en los últimos 50 años, desde el asesinato de Martin Luther King, y mandar un mensaje claro a la sociedad: Ya no seremos permisivos con el racismo en ninguna de sus formas, en ningún rincón del país.
Una última reflexión. En el libro de Josué, en el capítulo 10, se nos narra una escena muy dramática y a la vez inspiradora. En su proyecto de conquista de la tierra prometida, Josué se enfrenta y vence en Gabaón a cinco reyes confederados que no aceptaron convivir en paz con Israel. Tras una victoria militar contundente, Josué envía a traer a esos cinco reyes impíos que, en su huida, se habían escondido en la cueva de Maceda. Dejemos que al autor bíblico nos narre la escena:
“… y sacaron de la cueva a aquellos cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Jarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón. Y cuando los hubieron llevado a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos. Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.” (Josué 10:23-25)
Pensé en este pasaje cuando leí el mensaje de una joven mujer estadounidense, cristiana y madre de un joven de color, en el que expresaba su temor ante la realidad del racismo y la brutalidad policial en los EEUU. “Si no eres madre de un hijo de color, no puedes entender mi miedo a que le pase algo cuando sale a la calle. No importa que sea un buen chico. Su seguridad está siempre en peligro en este país”, decía.
Martin Luther King reclamaba a los cristianos una acción más comprometida contra el racismo.
Creo que, como Josué, deberíamos poner hoy nuestro pie sobre el cuello de “los cinco reyes impíos” que sostienen y defienden el dominio del racismo aún en pleno siglo XXI: la permisividad social; la impunidad judicial; la hipocresía institucional; el miedo individual; y la indiferencia colectiva.
Pongamos hoy nuestros pies sobre esos cuellos y probablemente nunca más tendremos que ver cómo un policía racista aplaste el cuello de un ciudadano indefenso.
Hagámoslo hoy. Hagámoslo siempre. Hagámoslo con firmeza, de todas las maneras pacíficas y en todos los lugares posibles…
Solo así, nuestras almas podrán respirar…
Que Dios nos bendiga.
© Jorge Fernández – Madrid, martes 2 de junio de 2020.-
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