OPINIÓN / por Lola Calvo*
Mi paso por el VIII Congreso Evangélico
Vista panorámica del Wizink Center, durante la celebración del VIII Congreso Evangélico / Foto: JCE
(Lola Calvo, 16/07/2017) Lo primero, gracias a todos los que han participado durante muchos meses en esa trastienda que luego no vemos pero que de no existir nada hubiera podido ser. Y también mi reconocimiento a quienes nos ofrecieron su trabajo en primera fila. Gracias a todos ellos, este VIII Congreso Evangélico ha sido serio, intenso y provechoso.
Me he sentido bien —no solo por el encuentro con caras amigas y otras que he conocido—, sino porque desde el primer momento hemos sido llamados a participar, a trabajar pensando. Hubo cuatro ponencias, fruto de la labor previa de personas significativas en cada materia, cada una fue defendida por un ponente y luego nos tocó a los componentes de cada una de las mesas, debatir contenidos para sacar al menos tres conclusiones a cada una de ellas. Conclusiones que serían después tenidas en cuenta y formarían parte del documento de Conclusiones del VIII Congreso Evangélico.
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Solo seremos fuertes si, unidos, entendemos nuestra pluralidad como una riqueza que refuerza el mensaje de salvación en Cristo (...) No es tiempo de tolerarnos sino de amarnos. |
En mi mesa —adjudicada de antemano— convivimos distintas denominaciones. Ese fue el primer encanto. Salir de la zona de comodidad para poder dirigirnos los unos a los otros, desde nuestras perspectivas; nuestras opiniones tuvieron que desdoblarse y hacer hueco a los demás. Lo interesante fue entender que nuestra diversidad, lejos de ser vista como una debilidad, debe transformarse en nuestra fortaleza. Ahí estuvimos todos de acuerdo.
Después de nuestros debates, sinceros y prácticos, fuimos capaces de vislumbrar que el camino recorrido adolece aún de esa fuerza que transmite una unión profunda. Y decir esto no significa que debemos simplemente tolerarnos como compañeros forzados de un camino inevitable. A lo que estamos llamados, por amor a Jesucristo —pilar y nexo obligado para que sea verdad—, es a apreciarnos con respeto, a aceptar la idiosincrasia del otro; a amarnos sin cortapisas. Solo así nuestra diversidad nos habrá convertido en una iglesia fuerte, capaz de transmitir la Buena Noticia de la Salvación.
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Lola Calvo |
Solo seremos fuertes si, unidos, entendemos nuestra pluralidad como una riqueza que refuerza el mensaje de salvación en Cristo. No más combates internos, no más círculos cerrados en los que los acentos de los otros nos son indiferentes. No es tiempo de tolerarnos sino de amarnos. Y de manifestarlo a quienes no creen y buscan nuestras fisuras como excusa para catalogar nuestro discurso de falso o de hipócrita.
¡Solo a nuestro Dios sea la gloria! Que Él nos ayude.
Autora: Lola Calvo | *Lola Calvo es responsable de la Diaconía de Educación de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de Madrid
© 2017. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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OPINIÓN
Mi paso por el VIII Congreso Evangélico / por Lola Calvo*
(Lola Calvo, 16/07/2017) Lo primero, gracias a todos los que han participado durante muchos meses en esa trastienda que luego no vemos pero que de no existir nada hubiera podido ser. Y también mi reconocimiento a quienes nos ofrecieron su trabajo en primera fila. Gracias a todos ellos, este VIII Congreso Evangélico ha sido serio, intenso y provechoso.
Me he sentido bien —no solo por el encuentro con caras amigas y otras que he conocido—, sino porque desde el primer momento hemos sido llamados a participar, a trabajar pensando. Hubo cuatro ponencias, fruto de la labor previa de personas significativas en cada materia, cada una fue defendida por un ponente y luego nos tocó a los componentes de cada una de las mesas, debatir contenidos para sacar al menos tres conclusiones a cada una de ellas. Conclusiones que serían después tenidas en cuenta y formarían parte del documento de Conclusiones del VIII Congreso Evangélico.
En mi mesa —adjudicada de antemano— convivimos distintas denominaciones. Ese fue el primer encanto. Salir de la zona de comodidad para poder dirigirnos los unos a los otros, desde nuestras perspectivas; nuestras opiniones tuvieron que desdoblarse y hacer hueco a los demás. Lo interesante fue entender que nuestra diversidad, lejos de ser vista como una debilidad, debe transformarse en nuestra fortaleza. Ahí estuvimos todos de acuerdo.
Después de nuestros debates, sinceros y prácticos, fuimos capaces de vislumbrar que el camino recorrido adolece aún de esa fuerza que transmite una unión profunda. Y decir esto no significa que debemos simplemente tolerarnos como compañeros forzados de un camino inevitable. A lo que estamos llamados, por amor a Jesucristo —pilar y nexo obligado para que sea verdad—, es a apreciarnos con respeto, a aceptar la idiosincrasia del otro; a amarnos sin cortapisas. Solo así nuestra diversidad nos habrá convertido en una iglesia fuerte, capaz de transmitir la Buena Noticia de la Salvación.
Solo seremos fuertes si, unidos, entendemos nuestra pluralidad como una riqueza que refuerza el mensaje de salvación en Cristo. No más combates internos, no más círculos cerrados en los que los acentos de los otros nos son indiferentes. No es tiempo de tolerarnos sino de amarnos. Y de manifestarlo a quienes no creen y buscan nuestras fisuras como excusa para catalogar nuestro discurso de falso o de hipócrita.
¡Solo a nuestro Dios sea la gloria! Que Él nos ayude.
*Lola Calvo es responsable de la Diaconía de Educación de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de Madrid
